jueves, 5 de marzo de 2009

ZADIG, O EL DESTINO (Historia oriental) 1747

Epístola-dedicatoria de Zadig a la sultana Xeraa, por Zadig

18 del mes Cheval, año 837 de la héjira.
Encanto de los ojos, tormento del corazón, luz del espíritu; no beso el polvo de tus pies porque no andas a pie o si andas pisas rosas o tapices de Irán. Para ti hice la versión de un libro de un sabia de la antigüedad, que fue tan feliz que nada tenía que hacer, y gozó la dicha mayor con escribir la historia de Zadig, libro que dice más de lo que parece. Te encarezco que lo leas y lo aprecies en lo que valiere; que aunque todavía está tu vida en su primavera; aunque eres hermosa y tu talento realza tu hermosura; aunque te elogian de día y de noche, motivos que son más que suficientes para que no tengas pizca de sentido común, con todo eso tienes agudeza, dirección, y finísimo gusto, y te he oído discurrir con más tino que ciertos derviches viejos de luenga barba y gorro piramidal. Eres prudente sin ser desconfiada, piadosa sin fanatismo, bienhechora con acierto, amiga de tus amigos, sin granjearte enemigos. Nunca buscas zaherir con el chiste, ni dices mal de nadie, ni a nadie se lo causas, aunque tan fácil cosa te sería lo uno y lo otro. Tu alma siempre me ha parecido tan perfecta como tu hermosura. No te falta tampoco cierto caudalejo de filosofía, por lo que he supuesto que te agradará más que a nadie esta obra de un sabio.
Fue escrita primero en el antiguo caldeo, que ni tú ni yo sabemos, y después traducida al árabe para recreo del famoso sultán Ulug-bey, en los tiempos en que árabes y persas se daban a escribir la Mil y una noches, los Mil un días, etc. Ulug más gustaba de leer Zadig; pero las mujeres de su harén se divertían más con las Mil y una. Decíales el sabio Ulug que cómo podían llevar con paciencia unos cuentos sin pies ni cabeza, que nada querían decir. "Pues por eso mismo son de nuestro gusto", respondieron las mujeres del harén.
Espero que tú no te parezcas a ellas y que seas un verdadero Ulug; y ni desconfío de que cuando te halles fatigada de conversaciones tan instructivas como la de las Mil y una, aunque mucho menos divertidas, podré tener la honra de que ocupes algunos minutos en oirme decir cosas discretas.
Si en tiempo de Scander, hijo de Filipo, hubieras sido Talestris, o la reina de Saba en tiempo de Solimán, estos reyes hubieran recorrido el mundo por verte.
Ruego a las virtudes celestiales que tus deleites no lleven acíbar, que sea duradera tu hermosura y tu ventura, eterna.

SADI.

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